Bernabé
Memorias de un amor dislocado
Autora:
Jenny Pineda
Ilustradora:
Nerina Canzi
Sello:
Sudamericana | Editorial Penguin Random House
Una
invitación tentadora e ineludible abre
este texto: “Imagínese que llueve, cielo
gris, frío, uuuy qué frío, hay gotas de las gordas, gotazas, pobres tejas. ¿Se
fijó en las tejas, en sus tejas, en los colores de sus tejas? ¿Nooooo?
¿Síííííííí? ¿De qué color las tejas? ¿Y se pasean gatitos como en las mías? Sí,
ya sé, que qué pasó con el cuento, que a qué horas vamos a empezar y todo eso…
Pasa que en este cuento llueve mucho, y hay gotas gordas y tejas de barro, uno
que otro gato y una señora con bigote llamada Georgina…”
Así el pacto
con el lector se formula desde la primera línea, la complicidad y lo necesario
de su presencia es una convocatoria sostenida, plena de humor y de cercanía.
Este específico andar aligera y compromete la lectura a un mismo tiempo. Mucho
más si consideramos que a esta historia de amores se le suman el hambre y la
muerte desde el principio mismo. Más aún si pensamos que el humor ronda todo el
relato. Y un poco más todavía, si a tanta desventura y tanto disloque, le
sumamos ingredientes tan opuestos en principio como parecen ser lo prosaico y
lo poético.
Bernabé y la
siamesa blanca, Natalia y Georgina, Bernabé y Lautaro, Gertrudis y Lucía y un barrio espejado en una serie de anuncios,
Malicia y el gallo tapatío, Bernabé, gato hambriento, poeta y con tristezas de
amor: pares de nombres, realidades opuestas, juegos complementarios.
La historia
de Bernabé, “gato mojado muerto rojo
triste tímido libanés intolerante a la lactosa” desde casi las primeras
páginas, es un racconto de película,
una retrospectiva de buena literatura, con un desafiante manejo del lenguaje y
de las miradas, con amorosos vínculos entre una abuela y su nieta (y viceversa
en igual proporción), con disputas humanas, con pertenencias e identidades en
juego.
Breve, original,
con materia temática fuerte que la autora logra transformar en animada y
ágil literatura. El libro cuenta con las
ilustraciones de Nerina Canzi, las que recrean tonalidades y con humor aportan nuevos
matices poéticos. El diseño y la edición toda siguen compasadamente el ritmo y
la riqueza del texto.
Una historia
para chicos (y como todas las buenas historias, también para grandes) que
merece habitar un espacio entre las nuevas lecturas.
Plaza de Autores 2014.
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